River superó tácticamente a Boca durante la etapa inicial e hizo valer la ventaja conseguida en el Monumental hasta que los jugadores sufrieron un ataque salvaje con gas pimienta antes de disputar el complemento. Ahora, a esperar una resolución de la Confederación Sudamericana de Fútbol.
Lejos del arco. Muy lejos. Lo suficiente como para evitar riesgos. Con una idea parecida a la empleada una semana atrás, El Más Grande salió a hacer pata ancha en La Bombonera. Y lo consiguió. A través de un Leonardo Ponzio brillante, rápido para recuperar y descargar, e inteligente para aprovechar los espacios, el conjunto que dirige Marcelo Gallardo presionó bien arriba y anuló a su rival.
La premisa funcionó. Boca otra vez estuvo ahogado futbolística, de la única maner que debe ser. Nervioso, no generó riesgo. Daniel Osvaldo, con un tiro que contuvo Marcelo Barovero y otro obstaculizado por Emanuel Mammana, fue el único que asomó. River se plantó bien. Buscó que el área propia quedara atrás. Y cuando tuvo que estar cerca, supo replegarse. Fue ordenado. Presionó al rival que tenía la pelota y también a los posibles receptores.
Lo que le faltó al Millonario en ese tiempo de fútbol fue tener mayor contundencia en los ataques. Dar el pase justo. Lastimar con los huecos generados. Aun así, Gonzalo Martínez inquietó. Preocupó cada vez que encaró. Provocó faltas, patadas rivales y tiros de esquina. Además, Rodrigo Mora, fiel a su estilo, exigió siempre, mientras que su compatriota Carlos Sánchez marcó y creó. Tuvo un despliegue multiterritorial, sacándole referencias posicionales a los adversarios, al igual que algunos chispazos de Sebastián Driussi.
Desde lo táctico, River hizo una tarea perfecta. Fue cerebral. Administró movimientos. Jugó con la desesperación de Boca. Manejó los tiempos. Usó el reloj cuidadosamente, ganando segundos sin caer en el bochorno de Agustín Orion. Barovero estuvo atento para ayudar a los defensores y fue seguro en los centros. Tan tranquila fue su noche que a los 33 minutos tuvo que hacer una suerte de entrada en calor. Esa misma que del otro lado hicieron los futbolistas locales, sin solidarizarse, mientras los jugadores del Millonario sufrían por el gas pimienta. Fue la única forma de frenar a un River muy superior en el punto de vista estratégico.
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