Este viernes 4 de marzo, Ariel Arnaldo Ortega cumple años y en River se lo recuerda con la alegría de haber visto a uno de los máximos ídolos que tuvo El Más Grande. Obtuvo siete títulos e hizo emocionar a millones con sus quiebres de cintura inigualables.

Es inevitable. A cualquier hincha de La Banda que escucha “el Burrito” se le dibuja -instantáneamente- una sonrisa y empieza a rememorar los momentos más felices del enganche que enamoró a todo un país.

Hay millones. Los goles a Boca, los caños, el recordado tanto a San Lorenzo en el medio de la lluvia, cuando había sufrido un período de inactividad, y las gambetas que, seguramente, difícilmente un ser humano pueda emular a la perfección.

Además, River fue su casa. Es su casa. Siempre fue así. Cada vez que el Burrito partió del club, sintió la necesidad de volver. ¿Y cómo no iba a regresar? Si el estadio Monumental siempre lo abrazó en los buenos y malos momentos.

“El error más grande de mi carrera fue irme de River. Donde más feliz fui y soy es en River. Son errores que uno comete. Si pudiera empezar otra vez mi carrera, no me voy más. River es lo más lindo del mundo”, sostuvo hace varios años Ortega. Y sí, tuvo errores o momentos en los que algunos lo cuestionaron por haberse ido a Newell’s en lugar de al Millo.

Pero, ¿quién dejó de quererlo por ello? Resulta imposible no tenerle cariño a un hombre que tiraba al piso a los rivales sin pegar una patada -con un enganche era suficiente-. Y es humano, a pesar de que millones lo vieron tirar un caño, hacer una pausa, tocar e ir a buscar para inflar la red del arco rival como si fuera un extraterrestre.

Y la felicidad que siente un fanático del Más Grande por ser parte de River también se debe a la existencia de aquel jujeño, que nació un 4 de marzo de 1974, en el humilde pueblo Ledesma. Porque él dio todo en la cancha, así como la gente siempre dejó la voz en las tribunas. Y sí, ¡gracias Dios por hacer al Burrito hincha de River!.

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