“Tantos años así, andando de sol a sol, intoxicado y loco, loco de amor”. Una canción inédita ronroneaba su melodía calma y pegadiza. Aquella balada colmaba un amanecer glorioso y mítico. Los primeros rayos de sol emergentes del Plata entibiaban una poética ignorante de destino “Monumental”. El tímido oleaje acunaba el nacimiento. El río había despertado cantando de felicidad. El silbo de los pájaros le ponía música al himno de la Bersuit, ciento y pico de años atrás.
Aseguran los cronistas de la época que un 25 de mayo, un grupo de inmigrantes europeos empujados por la corriente zaina, así como solía denominar al Río de la Plata el inalcanzable poeta ciego, se afincaron en la ribera este de la dársena sud. Y desde ese rejunte de chapas, maderas y cascotes no solo construyeron sus primeras casas sino que se dieron tiempo para hacer nacer a River. Todo indica que fue así, que en fecha patria se gestó la vida del “Más Grande” club de fútbol de la Argentina. El transcurso del siglo justificó con creces aquel hito que significó aunar a las bravas barriadas orilleras en una misma camiseta, en un único e intransferible sentimiento.
El hecho de que los dos bravos darseneros se unieran en un abrazo imperecedero e indestructible pareció darles la razón a quienes evocan aquella extraña canción venida de un tiempo inseguro e incierto. La Rosales abandonaba la carbonera de Wilson y se unía a Santa Rosa su más duro rival de barrio.
Todo indica que fue así. El nombre, recogido por un marinero que vio una caja misteriosa en el dique con la inscripción “The River Plate”, la banda roja que colgaba de una carroza de carnaval, traviesamente usurpada por unos chiquilines para la eternidad. Sin embargo, lo que aquellas crónicas ignoran es la conexión entre un pasado cercano y borroso y esta realidad lejana y rotunda. Todos los secretos pertenecen a un anónimo manuscrito, que como una especie de caja negra se mantuvo alojado entre las maderas, y cuya divulgación es de reciente aparición.
Las revelaciones atrapadas en aquel escrito fueron las siguientes: “Hoy es hoy y ahora es aquí. Habrá un tiempo, en el devenir del tiempo circular en que un grupo de hombres de buena voluntad decidirán sellar un pacto para vivir”.
Entre tanto acontecer de sufridos laburantes, de bruma y húmedo amanecer de redes desflecadas, entre tanta resignación de flaca cosecha, de sábalo en retirada, y entre tanta escarcha de riendas, de mulas y carretas desvencijadas irán junto a sus falanges agrietadas, el hambre y el esfuerzo por el sustento diario. E irá la vida, que sin sueños dejará de ser vida. Para ello será indispensable crearlos entonces.
Y habrá un día en que este manuscrito sea descubierto para que opere, entonces, esa revolución del alma. Por eso, ese día coincidirá con una fecha liberadora, el sol estará alineado con géminis y este en conjunción con la luz transformadora de cinco planetas. Ese día será fundado un club de fútbol que llevará el nombre impreso en estas maderas.
Y será River Plate, entonces, que deberá reclutar los cinco designios planetarios: la sociabilidad, el espíritu fraterno, el refinamiento de estilo, la transparencia de acción, y la inteligencia. Así quedarán finalmente habilitadas las tardecitas holgazanas de cielos circunspectos, los viriles simulacros de batallas y podrá ser baldeada la melancolía.
Reinarán nuevos bríos y tal vez entre pañoletas, boinas y sombreros Cupido dispare sus flechas como cañonazos que derroten la vergüenza y el “no me animo”. Quedará instituido el derecho al delirio.
Será la pelota el instrumento y el amor la herramienta. La pelota deberá ser venerada y defendida como una divinidad. De los sacos repletos de semillas de talento se esparcirán como el polen dando origen a infinitos brotes y retoños. El amor dará gracias a los maestros que vayan surgiendo y al arte que posibilitará descubrir todos los secretos del instrumento. Ganar, golear y gustar será su razón de ser.
Sólo así andará el sol iluminando eternamente a Géminis, y todos intoxicados de fervor, locos, relocos. Haciendo que cada reencuentro de cada domingo siga fundando el primer encuentro. Jamás podrá el tiempo cronológico mensurar el amor. Horas, días, años, edades ciegas, selladas en este pacto. ¡Un “Pacto para vivir”! llamado RIVER”.
¡Manto sagrado, Roja diagonal del alma blanca, algodonal corazón y escuadra de bermeja pasión, luna llena del atajo carmesí, fuego en la nieve, sangre de las nubes, el rojo vino de la escarcha agrietada y un cartel de “prohibido” en el blanco del ojo de cada hincha que condene la “estirpe angelical” traicionada!: la trampa, el juego sucio, los pataduras.
A pie de página del anónimo y pretérito manuscrito, rezaba: no corte esta cadena de mails, reenvíela a todos los amantes del buen fútbol. Corría el año 1901.
Imagen: La Página Millonaria



