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Fiebre del Sábalo por la noche

Fiebre del Sábalo por la noche

pablo-desimone

¡Cuánta falta hacía un triunfo así! Con coraje y con fútbol. Gracias a un equipo que supo expresar la necesidad de “ir por más” en el momento indicado. La clase obrera de Jota Jota tuvo su premio. Antes de “dejarse etiquetar” como equipo de media inglesa. Que termina ganando pero pidiendo la hora. El talento de Lanzini y la potencia de Pavone sepultaron los rótulos del “oportunismo” amarillista. Y el paquidermo está vivo y goza de buena de salud. Desató una onda expansiva de felicidad en el país y se fue a festejar junto al Paraná. “¡La fiesta del Sábalo a la noche!

Todo nació de la decisión de un técnico que esta semana festejó por partida triple. Que hizo una lectura correcta del juego en los primeros 45 minutos. Pensó que además del sacrificio, de cuidar el bolsillo, sus operarios debían tener otras ambiciones. Que River, aun con poco vuelo, terminó perdiendo injustamente el primer tiempo. Mandó a Ortega al banco y tiró a Funes Mori a la cancha. Buscó agredir a un Colón tibiecito, con más profundidad y produjo el salto de salto de calidad esperado. Todo producto de su convicción y de la fe, que parece haber recuperado el plantel.

Que es la misma que contagia al hincha. La que lo contagió casi sin baches durante todo el torneo. Porque hoy estamos lamentando tres cosas -discusiones de estilo al margen-¿Qué hubiera pasado sin convalidaban el gol de Funes Mori contra Godoy Cruz? (dos puntos). ¿Y si el “increíble” empate de Quilmes en el descuento no hubiera ocurrido? (dos puntos más). ¿Y si hubiera habido justicia y el Lobo se iba derrotado del Monumental? Sí, claro, no se hubiera ido Cappa. Probablemente. Pero también es cierto que había motivos para ilusionarse y de hecho esta “final” contra el Pincha hubiera resultado justamente eso: una “final” por el título. Pero ya está. Nunca es bueno mirar demasiado para atrás. Lo que termina, termina. Y ahora estamos aquí, felices de que estos pibes hayan descorchado antes de Navidad, un triunfo de visitante que hace rato no alcanzaban y de que manera. ¿No?

Yo no sé si el “negrito” mira videos. Igualmente, ¿quién no disfrutó del Superclásico español del lunes? Como si hubiera sobrado un gol de la exhibición futbolística que dio el Barsa contra el Madrid, el River Coraje de Jota Jota llegó al empate con una maniobra digna del fútbol perfecto de Guardiola. El Negro Acevedo y el pibe Lamela y Pavone la trajeron a un toque como Busquets, Xavi e Iniesta. Metieron tres paredes finitas entre veinte piernas y el chiquilín se encargó de cucharear con tremenda exquisitez. Lo mismo que debió haber hecho el “Tucu” Pereyra un ratito después y su propio vértigo se lo impidió. Después hubo una del mellizo en el travesaño y un River hambriento, que sin desesperarse buscó ordenadamente y tuvo su premio sobre la hora.

Pudo revertir una derrota en triunfo con sabor heroico, que se ajusta estrictamente a la realidad del desarrollo. Pero además, tuvo nuevamente madurez para encarar un partido que en la previa era re-chivo. Por el rival, por la cancha, porque el samurai se reservó para ese “partidito” especial de muñecas que se juega el miércoles y que el incontinente “calvo” de las diagonales ya desertó. Me acordaba esta noche, de aquella imperdible metáfora de las relaciones humanas y el trabajo que fue la película “La clase Obrera va al Paraíso”, con el gran Gian María Volonte. Pensaba en la plusvalía, en un equipo de laburantes que tiene ganas de hacer extras y al conductor se lo ve con ganas también de repartir responsabilidades y elogios a la hora de la distribución de los beneficios.

Y todo parece una cooperativa cuando al plantel se lo ve unido, todos tirando del mismo carro y sin la tentación de caer en espectáculos egocéntricos o vedettismos como se han visto en la vereda de enfrente. Con compañeros a las piñas y a las patadas entre ellos mismos (sinónimo de anarquía. Allá ellos). Fiesta grande en el Cementerio de los Elefantes. River tradujo en resultados los cambios que se venían observando. Así nadie se queja tanto y dice que uno quiere hacer de un sanwidch de mortadela una épica griega. Aunque es justo reconocerlo, uno anda con la ilusión a cuestas y enseguida se agarra el metejón. Este River, que nos resulta tanto una amante esquiva y estamos siempre queriendo ser pareja.

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Y si la cosa resulta como el sábado, ¿cómo no enamorarse? Uno percibe que va queriendo. Es fácil, porque uno siente esa reciprocidad. Disfruta del compromiso. Resulta que esta relación de clase proletaria no tiene para “personal para doméstico”. Pero claro, siempre tiene a Almeyda. Y el “Pelado” trabaja de María. Es el que siempre está en todo. Se la arregla y resuelve todos los problemas. Y uno dice: ¿y ahora, si el no juega? ¿Cómo se arregla? ¿Quién lava, plancha, cocina, cuida a los chicos, revisa los cuadernos? Y sin embargo, la casa funciona igual. Porque los pibes parecen más maduros y colaboran. Y si bien Ballón no es Almeyda, conforma un doble cinco con Acevedo más de juego y si bien nunca nada será tan impecable como cuando patrulla el samurai. Los dos se arreglan para que todo este prolijo y ordenado.

Con los tres centrales afianzados y hasta tomándose un franco para ir a buscar de arriba, como cuando Maidana casi moja otra vez de cabeza tras un centro de Pavone. Todos más cerca. Para juntarse, robar y tocar. Y al final soltarse. Y dársela a Lamela para que encare y cuando entra Lanzini meta ese freno del final, que le devolvió al Tanque el gol que tanto merecía. Y si con Juan Pablo parece que estamos viendo al arquero de La Máquina y el resto está convencido de que quiere mejor calidad de vida. Que por ser obreros nadie les impide soñar en unas vacaciones, en un ascenso, en el paraíso de volver a ganar de visitantes. Este es una demostración. Con este River me empiezan a dar ganas de creer en el casorio.

Por lo pronto, pasamos por el puerto. Camisetas puestas. Le corrí la silla a mi compañera. Hicimos un brindis, renovamos nuestro enamoramiento a la luz de la luna y nos comimos un sabalito a la parrilla que nos dejó pipones. Y con un deseo excitante que por mutua decisión lo dejamos para el miércoles.

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Imagen: La Página Millonaria / Especial desde Santa Fe.

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