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En ocho años tiraron más de cien a la basura

River perdio mucho mas que un partido contra Boca

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River perdió solo un partido de verano, un entrenamiento a puertas abiertas, un encuentro que toma valor para quien lo gana. Pero River, este verano, siguió perdiendo por otro lado: ni la dirigencia, ni los jugadores se dan cuenta que están en el equipo más grande de nuestro país.

“River no puede comprar jugadores baratos porque es como el Teatro Colón, donde no puede cantar un tenor de cuarta”, decia Antonio Vespucio Liberti, allá por 1962. ¡Qué no se levante de su tumba Don Antonio!. Se volvería a morir con este combinado de estrellas propias de una comedia que podría presentarse en Mar del Plata, Mendoza o Villa Carlos Paz. Ayer, para diversión del público mendocino y para emoción de extraños, repartió sonrisas ajenas. Pero para el hincha de River, este presente parece más un drama mal armado, una trama de suspenso clase B, una película de terror berreta, una fantochada perpetrada por dirigentes que chocaron la Ferrari y ven varios icebergs pasar al bordo del Titanic.

Con culpas repartidas en la cúpula del club, nadie recuerda las palabras de Leopoldo Bard, nuestro primer presidente. “Pongamos nuestra fe en la grandeza de un club que ve la luz el mismo día que nacío la patria: 25 de Mayo”. Una grandeza que olvidan quienes ostentan el poder. Un poder que será parte de un ring virtual de acá a fin de año. Donde muchos se pelearán por conseguirlo. Desde los miembros de la actualComisión Directivahasta ex jugadores y acaudalados empresarios. Mientras, el hincha seguirá esperando una respuesta desde el verde césped, una respuesta que por ahora no llega, ni tiene pinta de llegar.

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Con el periodismo carroñero en su salsa, el pueblo riverplatense debe unirse de acá a fin de año para esperar el ansiado cambio, la brisa de esperanza, el Obama que nos haga volver a creer, que dignifique el sentimiento y reconstruya un plantel que no merece vestir estos colores. Un inmerecimiento que le cae como anillo al dedo a los hombres de sillón, de un palco atroz.

River no levanta cabeza ya sea en un amistoso de verano o en un torneo por los porotos. Ojalá el rumbo se enderece desde la primera fecha con Colón, pero el panorama es sombrío, turbio. Los dirigentes deben acordarse que están en River y los jugadores deben volver a sentir orgullo, deben volver a sentir la misma pasión que sintieron todos aquellos que hicieron grande a este club en más de 100 años de historia, un centenario que van tirando a la basura desde 2001 para acá.

Entre tantos clásicos actuales que terminan en derrota, entre expulsiones que agrandan al rival y achican la banda roja hasta dejar una simple tira en el pecho, valdría la pena recordar qué contestó Angel Labruna cuando le preguntaron si quería a Boca Juniors: “La respuesta a esa pregunta es facil. Cómo no lo voy a querer a Boca, si me dio de comer toda la vida”. Ojalá alguien que realmente sienta a River se dé cuenta de lo que hablaba Angelito. Sino, las palabras irán directo a saco roto. Como Aguilar y compañía hicieron con un River que era el más grande, lejos. Un lejos, que cada vez toma más distancia.

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Foto: Fotobaires.

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