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El Ave Fénix jugó para River

¿Qué locura es esta? Soñé que me estaban velando, en un lugar exótico lejos del Monumental. Un elefante gigante me aplastaba. Y de repente aquí estoy juntando mis propias cenizas como si fueran papelitos para recibir a River el sábado frente a Almi

pablo-desimone
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¿Qué locura es esta? Soñé que me estaban velando, en un lugar exótico lejos del Monumental. Un elefante gigante me aplastaba. Y de repente aquí estoy juntando mis propias cenizas como si fueran papelitos para recibir a River el sábado frente a Almirante Brown.

Las sensaciones que dispara el Millonario trascienden no sólo el manual del futbol, he hecho en este año cursos acelerados de psicología, astrología, física cuántica y esoterismo, sin llegar a dar en el clavo sobre cuál de ellas es la herramienta más conveniente para analizarlo. Con el sentido común, no hay caso. Detrás del fenómeno River se mueven fuerzas ocultas.

¿Cómo es que esta sombra que me persiguió desde Santa Fe, estando más muerto que vivo, sin energía vital, y ahora esté aquí de nuevo reconstruyendo una nueva esperanza? ¿Quién recogió mis partes olvidadas allí en el en el viejo cementerio sabalero? Si nuestras costillas, nuestra piel, nuestras formas habían quedado allí en la fosa que River mismo se cavó.

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¿ Quién explica esta sensación de renacimiento? ¿Quién sos, River, para que te sienta tan lejano, ausente y desteñido, casi un desconocido y de repente surja nuevamente esta necesidad de abrazarte como uno se abraza a la vida, al amor? ¿Quién sos? ¿Cómo llegamos durante tantos años hasta aquí? ¿Qué es esta cosa tan perversa y atractiva que nos une? ¿Cómo es esto qué el sábado tal vez, que de nuevo juntos y quizás esa “alegría” que nos debemos aparezca?

Tengo una sola respuesta: El Ave Fénix está con nosotros. Y el domingo jugó para River. Cuando las palabras, la razón y el sentimiento no alcanzan. El mito es la única explicación de lo inexplicable. Así lo entendieron los egipcios y el resto de las culturas de Occidente sobre el Fénix, el símbolo alado de la inmortalidad. Ese ave mitológica cambió su plumaje por uno blanco con la banda sangre cruzada al pecho.

Estuvo entre esa gente que el sábado había copado el Estanislao López de Santa Fe, la misma que durante un año entero produjo una “revolución”. Creyó que no era justo tanto dolor. Sintió que había que bajar, que “ya habían pagado en vida”, su descenso a los infiernos. Que ya no más.

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Lo conmovieron esas miradas perdidas en el viejo reducto sabalero que lo decían todo. Que ellas hablaban por si mismas: decepción, desesperanza, impotencia, más que bronca. Ni siquiera el enojo se podía soltar. ¡Hasta ese castigo, amputado! Era una legión de muertos en cortejo, de cabezas gachas y rostros desencajados como pocas veces había sido testigo. Esa gente que llegó desde todos los puntos del país a la capital santafecina para una “fiesta” del ascenso a primera y se quedó exánime, sin habla, aterrorizada.

Ésto no es River, se dijo el pájaro sagrado. Hablaba de esos once espectros que deambularon frente a Patronato. Sin futbol, sin actitud, ideas, atados, inconexos, sin reacción. Como poseídos por ese “viejo fantasma” que lo mantiene atado en las horas

cruciales del regreso a su gloriosa historia. Si hasta Trezeguet, con toda su experiencia se mostró nervioso y dubitativo… ¿qué esperar del “Chori” en el penal, frente al agrande de ese buen arquero que es Sebastián Bértoli, el uno de Patronato? ¿No será tiempo de recuperar un poco la memoria?

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Queda una sola oportunidad, River. Es hora de aprovechar este empujoncito que nos dio el mito con la insospechada caída de Central. Y por la noche, la goleada de Arsenal en la Bombonera, como para alegrarse que no hay triple corona. Y de paso volver a respirar.

River deberá reasumir su protagonismo, el “heroísmo” y desplegar el coraje que lo haga trascender. Sentir que hay una oportunidad más. Que vino del más allá. Que es un partido épico. Que a los “bocones” como Giunta se les gana como se le ganó a Caruso. Tirandole la historia por la cabeza, pero con los pies fríos y el corazón caliente. A la aceleración la serenidad. A la abulia el temperamento. A las individualidades el espíritu de equipo.

El ave Fenix no pasa dos veces. Su enigma es que para “revivir” y encender su fuego sagrado, hizo llama de las cenizas y guarda el poder curativo en sus lágrimas. Esas mismas que derramamos el sábado y hoy ya empiezan a sentirse como reparadoras. Las que me ayudan a explicar lo inexplicable. Que el alma me volvió al cuerpo. Que estos dedos recuperaron su sangre para teclear y pueden intentar escribir algún pensamiento positivo. Y que mi corazón empieza a sentir otra vez, algo muy grande que no es tristeza específicamente. Es ese amor incondicional que parecia haberse ido. Que me hizo sentir muerto y de repente desperté como hoy, pensando que lo del sábado no fue verdad. Apenas una pesadilla. Y que entre nosotros, River, sólo hay amor eterno. ¡A ver si nos entendemos, los jugadores y la popular!

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