Desde Fort Lauderdale, Estados Unidos, el Chacho habló con La Página Millonaria y, a horas de jugar la final de la North American Soccer League (NASL), remarcó sus ganas de volver a vestir la banda roja. “Mi sueño es retirarme en River”, confesó.
Vive su sueño americano Eduardo Coudet. Habita la “Venecia americana”: Fort Lauderdale, una ciudad de aguas cristalinas y palmeras turgentes perteneciente al Estado de Florida y ubicada a pocos kilómetros de Miami. Disfruta, además, de jugar al fútbol y lo hace con creces. A los 37 años, y con el 88 en su espalda, el Chacho comenzará a jugar el sábado una final más en su vasta carrera. Esta vez, con los Fort Lauderdale Strickers y ante los Stars de Minnesota, por la North American Soccer League, la segunda liga en importancia de Estados Unidos (no es la segunda división ya que no hay ascensos ni descensos).
No pierde su tiempo el muchacho de pelo platinado que más de una alegría le dio a River. “Estoy jugando por el placer de jugar”, dice, y quiere desentenderse del asunto. Sin embargo, aunque le esquive al tema y lo diga en voz baja, es uno de los máximos ídolos de los Strickers. Llegó en marzo de este año proveniente de los Philadelphia Union, de la Mayor League Soccer, y en esta temporada, la inaugural de la NASL, el Chacho disputó casi todos los partidos, convirtió seis goles y es el máximo asistidor del equipo con cuatro pases gol.
“La liga está recién comenzando y yo me siento muy contento de ser parte del crecimiento que está teniendo”, explica acerca de la NASL, que tuvo una primera aparición en la década del 80 y volvió a funcionar como tal en esta temporada. Está compuesta por ocho equipos: cinco estadounidenses, dos canadienses -uno de ellos es el Edmonton, con el que River jugó en 2009- y uno portorriqueño. “La gente va a la cancha como nosotros al teatro”, explica, y compara: “Es como que en Argentina hagan una liga de fútbol americano. Acá los tipos van, se toman su cervecita y ven el espectáculo”.
Allí se produce un quiebre. El sueño americano sigue su curso pero el sudamericano se detiene ahí. “Casi ni gritan los goles”, dice el Chacho, y pone stop a toda la euforia. Hace detener el vaivén de las palmeras al viento y por más que después diga que “en los vestuarios hay jacuzzi”, eso ya suena como un eco, se olvida.
– ¿Cómo que no gritan los goles?
– Claro, festejan pero hasta ahí. Eso es lo que extraño: el color, la hinchada, la gente, los papelitos, el fanatismo. Extraño que en la previa de un partido te griten cosas en la calle. No se… disfruto el momento que estoy pasando, pero extraño. Acá viven el fútbol de una manera totalmente distinta. No está mal, pero nosotros somos mucho más pasionales.
– ¿Y por qué no te pegas una vuelta por River?
– Estuve cerca de volver en el último mercado de pases. Quería dar una mano o, más no sea, estar ahí en el momento que le tocaba vivir al club. Mi sueño es retirarme en River y no le cierro las puertas. Pero por lo pronto no se pudo dar.
– ¿Podés ver los partidos desde allá?
-Si, los vi casi todos y hago fuerza para que vuelva rápido al lugar donde el club merece estar. La verdad es que los veo y me dan ganas de estar ahí ya.
– ¿La final con los Strickers o volver a River?
– Si me escuchan acá me matan, pero yo elijo volver. Te repito, mi sueño es retirarme ahí. Aunque ésta es una posibilidad linda, estoy muy contento. La liga tiene un presupuesto muy grande y los equipos son muy competitivos. Además, estoy jugando por placer, disfrutando del fútbol. Pero los colores siempre tiran.
Quizá gritará campeón con otros colores, pero no se olvida de los suyos. “El Gordo (Cavenaghi) es una bestia. La está rompiendo y espero que siga metiendo goles”, recuerda sobre ese ex compañero al que alguna vez intimó para que le diera un porcentaje del pase, por la cantidad de asistencias que él le había dado. “Aguirre me está queriendo comer una parte me parece”, argumenta entre risas.
Bromea, como de costumbre, pero rápidamente se pone serio. “Está jugando una barbaridad el pelado, una cosa de locos. Espero que siga así, que siga asistiendo a Fernando como hasta ahora y cuando llegue allá vemos cómo hacemos con el tema del pase”, vuelve a reír, y la pregunta se torna una obligación.
– ¿Algún día volverás a asistir a Cavenaghi?
– Eso espero, eso quiero…



