(Incluye videos) Boca dejó al desnudo todos sus males en una sola noche. Con armas ilícitas, buscó eliminar a River muy superior tácticamente. Desde la agresión de un grupo de delincuentes que no merece la calificación de hinchas hasta la falta de solidaridad de sus jugadores y cuerpo técnico, pasando por la dirigencia.
“Que haya paz”. El pedido de Marcelo Gallardo, tras la consulta que La Página Millonaria le hizo el domingo pasado, en conferencia de prensa, no prosperó. Al contrario. Lamentablemente, fue una noche triste para el fútbol. Una noche en la que cualquier simpatizante genuino de Boca, capaz de razonar, sintió vergüenza. Vergüenza de un club que permitió un atropello inédito. Un papelón que recorrió el mundo y lo seguirá recorriendo durante varias horas a través de diarios, noticieros, radios y sitios de Internet. Esto es Boca hoy, la vergüenza futbolística de la Argentina, una institución que desconoce límites y que, de no mediar sorpresas, en las próximas horas recibirá una sanción ejemplar de la Confederación Sudamericana de Fútbol, eliminación incluida de la Copa Libertadores, tal como lo ampara el reglamento para una situación como la ocurrida anoche.
Es justo. Si bien lo ideal es que una circunstancia deportiva se defina en el terreno de juego, hubo complicidad de Boca en los incidentes. Desde la dirigencia por no asumir suficientes recaudos ni actuar en consecuencia, al punto de que eso quedó en evidencia mientras Rodolfo D’Onofrio y Matías Patanian pisaban el terreno sin que sucediera inmediatamente lo mismo del otro lado, hasta los jugadores y el cuerpo técnico, quienes tuvieron una actitud indigna de un ser humano. Hubo provocaciones durante el medio partido y en ese eterno entretiempo. Daniel Osvaldo exhibió sus miserias haciéndose eco de un invento de un periodista nefasto para ver si Carlos Sánchez reaccionaba. Rodolfo Arruabarrena perdió toda su compostura al insultar (“andá a la puta que te parió”) al Muñeco, con quien realizó el curso de técnico. ¿Y qué decir de Agustín Orion? Un nuevo capítulo de su colección “mala leche”, solicitando el saludo a la barra, donde apuntaron las palmas antes de la retirada final.
La solidaridad brilló por su ausencia. De un lado, Ramiro Funes Mori, Leonel Vangioni, Matías Kranevitter y Leonardo Ponzio, afectados seriamente. Ninguno estaba en condiciones de seguir. Del otro, jugadores locales realizando una entrada en calor, completamente desinteresados en la salud de sus pares. ¿No les dio vergüenza pretender que el partido siguiera sacando una clara ventaja en caso de que esto ocurriera? ¿Cómo puede ser que Arruabarrena le haya recriminado a Gallardo para que hiciera cambios? A muchos componentes del mundo Boca no les interesa ganar bien, evidentemente. Entraron a la Libertadores sin respetar el reglamento y, paradójicamente, la fuerza del mismo a nivel internacional se encargará de dejarlos afuera, según la información extraoficial.
Sin embargo, hay que ir más allá. Mencionar lo que en pocos medios de comunicación se dice: La Bombonera está diseñada para inquietar al rival. ¿Mística? Un invento. ¿Cómo puede ser que el túnel de acceso visitante esté cerca de la popular en la que se ubica La 12? ¿Cómo puede ser que para patear un tiro de esquina no se pueda hacer con perfil cambiado porque ello implica recibir proyectiles y escupitajos a escasos centímetros de un alambrado? ¿Por qué la platea preferencial ubicada por encima de los bancos permite que los hinchas se asomen y puedan inquietar de diversas formas a los visitantes de turno? ¿Eso es mística?
El gas pimienta dejó al desnudo todas las facilidades que hay para agredir a la delegación visitante. Independientemente de la manera en la que se haya originado, motivo de lucha en Brandsen 805 durante estas horas, jamás tendría que haber pasado semejante acto de vandalismo. Incluso, por lo que se desprende de las imágenes, podría haber terminado peor. No hubo Policía en la zona para dispersar a quienes intentaron romper el alambrado y lanzaron todo tipo de golpes a los colaboradores de River. De hecho, al menos uno estuvo suspendido tiempo atrás. Mientras tanto, los jugadores del Más Grande sentían picazón en los ojos. Ni siquiera había agua en el baño de los camarines. ¿Eso es culpa del club local o también se hablará de acto ajeno?
Todo fue una vergüenza. Todo. La empatía brilló por su ausencia. La mayoría de los hinchas, antes de que finalizara el primer tiempo, apeló al “y pegue, Boca, pegue”. Luego, cantó contra River. Arengó el ataque. Lo festejó. Un enorme grupo de imbéciles que desconoce la diferencia entre folklore y violencia. Una pena, insistimos, por aquellos que querían un desenlace, favorable o no, dentro del campo. Los jugadores locales ni siquiera ofrecieron la posibilidad de acompañar a sus colegas hasta el vestuario propio para que la salida fuera en paz. Una salida dura. Era imposible por el túnel original, donde incluso un delincuente quiso arrojar una bengala. ¡Una bengala! Si no es un asesino en potencia, pega en el palo… Recién a las 0.20, defendido por un sinfín de escudos policiales, los futbolistas del Millonario pudieron salir del verde césped, es decir alrededor de dos horas después de pisarlo para jugar el complemento.
Como frutilla del “postre”, hubo un piedrazo al micro de River cuando se fue de La Bombonera, casi a las dos de la mañana. Lo mismo que sucedió once días atrás. Moneda corriente, lamentablemente. Más allá de todos los sucesos enumerados, ¿alguien siente que era imposible este cierre? ¿Nadie recuerda la suspensión avalada por el club el 5 de mayo de 2013, cuando Germán Delfino tuvo que detener un Superclásico por una serie de actos en los que hubo energúmenos colgados de los alambrados con bengalas y demás elementos para burlarse del Más Grande? Esta vez fue un drone. Un drone que estaba preparado para ser ingresado. Se sabía desde unos días antes. Si bien es cierto que no fue empleado para una agresión, ¿qué es lo que puede entrar en el futuro a una cancha? Para quienes aún creen que lo ocurrido es prácticamente inédito, vale el recuerdo de las decenas de bengalas que fueron arrojadas en el Monumental, el 16 de noviembre de 2010. Un intento de agresión tan grave como olvidado para aquellos que se encontraban en la tribuna Centenario baja. Un despropósito que debería haber marcado un quiebre y ni siquiera despertó un alerta.
+ La salida de los jugadores de River



