Lejos de los estruendosos ruidos de la ciudad, el pequeño Robert Rojas creció junto a su padre en la chacra que su familia posee en Peguahomi (paraje que se encuentra a 500 kilómetros de la ciudad de Asunción). "Trabajaba en la chacra con mi papá cuando era más chico. Plantábamos zapallo, mandioca y todo tipo de cosas", contó el Sicario en diálogo con ABC.

Esas costumbres del nuevo futbolista de River, por más que ya tenga más de 70 partidos en el lomo con la camiseta de Guaraní, haya sido convocado a la Selección de Paraguay y logrado el premio al mejor defensor de su país en el año 2017, no se han perdido.

"Por más que te parezca que no hay mucho acá, da gusto estar. Este es mi lugar en el mundo. No hay que olvidarse nunca de dónde uno viene", manifestó el zaguero que (cada vez que puede) regresa a sus raíces: "Esas costumbres no las perdí. Al contrario, todo acá me relaja".

Claro que no todo ha sido tranquilidad en la vida del Sicario al momento de decidir pegar el salto hacia el fútbol profesional. Al momento de llegar a Guaraní (club en el que se inició y del cual provino al Más Grande), y con 16 años, Robert la pasó mal: "Cuando llegué a la pensión no había nada. Tu cama y vos. Sin ventilador y con muchos mosquitos. Sacaba mi colchón afuera, pero amanecía peleándome con los mosquitos. Cuando llegué no sabía qué hacer. Ayudaba al cuidador a cortar el pasto, a tirar las hojas. Mi papá llamaba, preguntaba cómo estaba y yo le decía 'mejor que nunca'. Pero era mentira: por dentro estaba llorando".

Luego el panorama cambió y su vida en la pensión del club paraguayo tuvo un giro de 180 grados. Afirmó que no se iría de allí hasta que lo echen (siempre residió en ese recinto hasta que vino a River) y también aseguró que no necesita un vehículo para moverse. El transporte público le sienta bien. Y a nosotros tu sencillez también, Robert.