El goleador y figura de River en el segundo semestre del año analizó su ciclo con el Millonario y recordó los momentos cumbres desde que fue titular en la semifinal de la Copa Libertadores.

Fue, quizás, el mayor acierto de Marcelo Gallardo desde que se transformó en el técnico de River. Pocos hubieran apostado por un juvenil que no había explotado en Colón para ser la referencia en el ataque de un equipo que buscaba ser campeón de América.

Pero Lucas Alario le dio la derecha al Muñeco y la rompió. Con goles fundamentales en momentos definitorios -semi y final de la Copa Libertadores y Mundial de Clubes-, el delantero vive un sueño hecho realidad en el Más Grande.

“Lo que me pasó en estos meses es increíble. Si lo pensaba o lo quería escribir en un libro, no me hubiera salido tan redondo como me salió. Gracias a Dios pude entrar con el pie derecho, que para mí fue importantísimo. Ahora, a tratar de seguir aprendiendo”, confesó.

En la entrevista que concedió a El Gráfico, Alario repasó cronológicamente su primer semestre en Núñez, desde la famosa charla en la que Gallardo le preguntó si se sentía en condiciones de ser el centrodelantero contra Guaraní.

“Lo único que pensaba era tratar de entrar entre los concentrados, ese era mi objetivo, no quedarme afuera. Cuando Marcelo me preguntó eso, la primera reacción fue una sonrisa que no pude disimular, y después contestarle así. Me salió, yo qué sé. Me parece que con esa respuesta le transmití confianza y seguridad. ‘Eso quería escuchar’, me contestó. Y después me confirmó en el equipo”, recordó.

Claro, Alario se transformó definitivamente en héroe cuando la metió contra Tigres. Pero, ¿qué hubiera pasado si lo expulsaban al comienzo? “Cuando en la final con Tigres le di esa patada a Guido Pizarro a los 10 minutos de partido, vi que el árbitro venía corriendo hacia mí y pensé: ‘Me echa y me muero’. Por suerte fue sólo una amarilla”, remarcó.

“La palomita la vi un montón de veces. Metí el gol y no sabía qué hacer, si tirarme de cabeza entre la hinchada, si buscar a mi familia que había venido por primera vez a la cancha. El gol lo metí esguinzado. Me había doblado el tobillo solito, a los 30 del primer tiempo, pero en ese momento, ni me acordaba del tobillo. En el entretiempo me enfrié y por eso tuve que salir en la segunda parte”, agregó.

El delantero también la metió en el Mundial de Clubes -contra Sanfrecce Hiroshima- y, si bien no pudo conseguir el título, cerró así un semestre en el que fue héroe y salvador de River y se ganó el cariño incondicional de los hinchas. No se conforma y va por más, al igual que el Muñeco, que sonríe junto a su mayor acierto.

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