River es sinónimo de fiesta Monumental. Cada noche de Libertadores en Núñez tiene garantizada un clima especial, digno de presenciar como un espectáculo imperdible. La sintonía entre los hinchas y el equipo es mágica. Existe una cohesión maravillosa que Marcelo Gallardo no se cansa de resaltar. Todos aportan su granito de arena para que la alegría sea total. Los jugadores reflejan en el campo el plan del cuerpo técnico, mientras que cada simpatizante cumple al pie de la letra cada indicación de la Subcomisión del Hincha, ese espacio maravilloso que es a las tribunas lo que el Muñeco al plantel.
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Desde temprano el entusiasmo se comenzó a ver en las inmediaciones del Monumental. Cientos de fanáticos esperando por el partido a puro rojo y blanco, aprovechando los puestos ambulantes para alimentarse. Aunque el día y el horario suponían un problema, miles de almas hicieron un esfuerzo para pedir permiso en sus respectivos trabajos para llegar con suficiente antelación a la cancha, sorteando los obstáculos como el tránsito y el enorme caudal de gente que hay por la tarde regresando de sus puestos laborales.
Una vez más, el recibimiento para el equipo fue impresionante. Las cintas rojas y blancas, colocadas prolijamente en cada sector, fueron desplegadas a las 19.15, tal como solicitaban los carteles estratégicamente ubicados por los integrantes de la Subcomisión del Hincha. Más allá de destacar la colaboración de todos para desplegar el colorido en tiempo y forma, también hay que remarcar la conducta que hubo para evitar bengalas y otros artículos de pirotecnia que provocan costosas multas para el club.
Al grito de “River, mi buen amigo” mientras sonaba el himno oficial de la Libertadores, unas 70.000 personas recibieron de manera excelente al conjunto de Gallardo, el más ovacionado: “Muñeeecooo, Muñeeecooo”. Minutos antes, cuando la ansiedad estaba en su punto de ebullición, se hizo escuchar el hit del momento: “El Pity Martínez, qué loco que está”. Luego, llegó el momento de alentar a los futbolistas con el repertorio de siempre y mucho enojo por el comportamiento de los rivales, quienes sistemáticamente se turnaban para causar demoras. “Oooh, Rojo, sos cag…” fue el reproche general.
La primera alegría de la noche se dio al minuto del segundo tiempo, cuando Ignacio Scocco abrió la cuenta. Inmediatamente recibió el cariño merecido: “Olé, olé, olé, olé, Nacho, Nacho”. Después de elogiar al delantero, surgió un estruendoroso “soy de River, vago y atorrante, yo te sigo a vos a todas partes”. Sin embargo, el gol de Silvio Romero generó sorpresa, pero de ninguna forma derrumbó las ilusiones de la gente: “Quiero dar la vuelta en la Copa para que llore toda La Boca”.
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El gol de Juan Fernando Quintero nuevamente hizo que los hinchas enloquecieran de felicidad, al compás de una vieja canción de la Mona Jiménez: “Millonario, hoy te vinimo’ a ver”. Enseguida hubo otra melodía: “Llega el domingo, voy a ver al campeón, River, vos sos mi locura”. Con el tercer tanto, se desató la euforia, pensando en el historial ante Independiente: “Que nacieron hijos nuestros, hijos nuestros morirán”. A esa altura, se entonaba una estrofa tras otra: “éste el famoso River, el famoso River Plate” y “el día que me muera, yo quiero mi cajón, pintado rojo y blanco como mi corazón”.
Por supuesto que también hubo tiempo para las burlas hacia el Rojo por el excesivo ‘bidonismo’ en vano: “Tirate al piso, la pu… que te parió”. Y a pocos segundos del final, la gente se acordó del protagonista del inolvidable parapam cuando el 9 visitante estrelló un cabezazo en el travesaño: “Gigliottiii, Gigliottiii”. Así el Monumental fue una fiesta bien riverplatense, como manda la historial. El Millonario está en semifinales de la Libertadores y nada puede detener tanto entusiasmo.