Era el momento más duro de nuestra historia. Federico Peretti acababa de empezar como fotógrafo de este sitio, del que yo era editor. Habían pasado muy pocas horas de nuestro primer encuentro cuando Pezzotta marcó el pitazo final del partido con Belgrano, en el Monumental. Muerto en vida, fui a buscarlo al anillo interno del club. Me tenía que dar una memoria con las fotos del partido… Ni hablar, jamás un hincha de River vería esa galería, pero LPM se convirtió en uno de los medios partidarios más importantes por hacer culto profesional del “aunque gane o pierda”.
Nos sentamos en las escaleras del auditorio y apenas intentamos ponernos a trabajar, él empezó a llorar. No pude hacer más que agarrarlo del hombro, improvisar un abrazo. Cómo contener a alguien cuando uno está igual de destrozado. Fueron unos diez minutos de angustia desconsolada que nos marcaron para toda la vida. Pero además fueron el disparador del spot “Volvimos, prepárense”.
Después de todo un año de dolor y de cubrir la revolución que generó River por el país, Fede me propuso hacer un corto que terminara con esa angustia, que advirtiera que lo peor había quedado atrás, que estábamos de vuelta. Y me encargó conseguir al protagonista de su historia: Leonardo Ponzio. Una elección en su momento cuestionada por algunos hinchas, pero que para nosotros estaba avalada tanto por su entrega y compromiso dentro de la cancha, como porque se trató de otro jugador que dejó la comodidad del fútbol europeo para venir a ponerle el pecho a esa pesadilla.
El encargo no resultó complejo. Bastó con ir hasta la pretemporada que el River de Almeyda hacía en el predio de Ezeiza y contarle la idea, para que Leo aceptara sin dudar. “Hagámoslo. Mándenme todo por mail y lo hacemos”. Con “todo” se refirió al guión y fecha de rodaje. El único pedido que me hizo fue que, por cuestiones contractuales, no podía usar cualquier indumentaria. Solo de River o de la marca que lo acompañaba. Así de simple, tal como juega.
La jornada de grabación empezó con “su doble” corriendo por todo el Monumental.Juan Ignacio Granda, jugador de Claypole y fanático de River, se prestó más que emocionado para hacer de Ponzio durante las tomas iniciales del spot. Y una vez que terminó de entrenarse, se sumó Leo. Nos encontramos en la Shell de Figueroa Alcorta y Udaondo, llegó puntual y bien predispuesto, lejos de demostrar que preferiría aprovechar su tarde libre de otra manera. Hasta tuvo la gentileza de hacernos subir a su camioneta para que no tuviéramos que caminar una cuadra y media hasta el puente Labruna, la locación elegida para su participación.
Peretti registró tres tomas con su Canon 7D. Leo acató la exigencia del director sin peros. Creo que hubiera repetido las tomas mil veces más, aún cuando lo intimidaran los autos que pasaban por el lugar y bajaban la marcha para verlo actuar. No llegaron a gritarle nada, ni siquiera pudieron reaccionar. Imposible pensar que te vas a cruzar con Ponzio actuando en medio de un puente. Terminamos de grabar, pidió ver algunas de las imágenes desde la cámara misma y se fue. Para nosotros quedó todo un día de trabajo. Uno tenía que editar; el otro, escribir la nota que acompañó al spot.
Al terminar, le enviamos el corto final a nuestro protagonista estrella. “Gracias por dejarme entrar en la historia de River”, nos respondió emocionado a través de un mail que todavía atesoramos. ¿Pueden creerlo? Volvió en la más dura de todas y nos ayudó a renacer, pero creyó que éramos nosotros los que estábamos escribiendo su nombre en los libros grandes del club. Tremendo, aunque acorde a esa humildad que lo caracteriza. La misma con la que, sin importar lo que ganó y la idolatría que encumbró, se entrena y juega cada día.
El domingo, desde el Bernabéu, mientras el Pity festejaba la más linda de todas sus locuras, lo primero que hice fue llamar a Fede. Injusticias de la vida, o de la Conmebol, el trabajo le impidió acompañar a River en la final que tanto soñamos todos. “Amigo, te abrazo fuerte”, le dije entre lágrimas, afonía y una multitud de hinchas que lloraba a rabiar a mi alrededor. Es que fue, sin dudas, la única alegría que opacó aquél momento de dolor en las escaleras del auditorio. Al menos por ahora, porque este equipo dirigido por Napoleón y conducido por el León jamás deja de escribir la historia. Pero historia de verdad, no de ficción.