River se fortaleció bastante durante el último año y medio, dejando atrás diversos inconvenientes para dar un salto de calidad, cambiar la mentalidad de ir por la gloria basándose en varias premisas de su estilo histórico.

Los detalles pueden torcer la balanza para un lado o hacia el otro. Muchas veces el buen trabajo futbolístico de un cuerpo técnico, una dirigencia y un plantel quedan sin el mayor éxito por circunstancias mínimas, de ésas que de ninguna manera merecen críticas severas ni análisis profundos que derrumben todo lo realizado. Sin embargo, cuando la tarea de todos los componentes va en un mismo rumbo, sin egos ni vanidades que alteren el camino, los objetivos están más cerca de cumplirse y esos mencionados detalles suelen jugar a favor y no en contra.

Un ejemplo de ello es este River multicampeón, al borde de la conquista tan esperada en la Copa Libertadores. Para empezar a entender este presente, es clave mencionar que, en medio de un fútbol argentino inestable, lejos de conservar figuras por varios años, el Millonario construyó un grupo en silencio. Incluso, aunque suene antipático, un pésimo momento ayudó a que pudiera ensamblar este equipo. Los torneos Inicial 2012, Final 2013 e Inicial 2013 fueron flojos en el balance general, pese al subcampeonato en el segundo de ellos. Si El Más Grande conseguía el título, posiblemente la gestión anterior hubiera vendido al menos dos o tres jugadores, derrumbando un proceso.

Con repasar la formación base de esta Libertadores, alcanza para comprender lo fundamental de darle crédito a un plantel, sin olvidar que la conducción actual -con muchos más aciertos que errores- se encargó de estar al día con los jugadores para que únicamente piensen en salir a la cancha a jugar. Marcelo Barovero, Gabriel Mercado, Leonardo Ponzio, Ariel Rojas y Rodrigo Mora arribaron a Núñez en el 2012, mientras que Leonel Vangioni y Teófilo Gutiérrez lo hicieron durante el 2013. Jonatan Maidana, Ramiro Funes Mori y Matías Kranevitter -debutó en diciembre de 2012- supieron ser buenos anfitriones.

Semejante continuidad de futbolistas valiosos permitió consolidar un funcionamiento y, en principio, un excelente grupo humano. Ramón Díaz, ya con una conducción ordenada, pudo aportar sus conocimientos y mentalidad ganadora, en tanto que Marcelo Gallardo, como se lo propuso desde el inicio, potenció cualidades. Acá hay que detenerse y no sólo hablar de un DT muy inteligente, estudioso y observador de cualquier tipo de detalle, sino también en un cuerpo técnico que lo rodea de manera excelente, compenetrado al máximo y 100% profesional.

En ese contexto, donde todos ponen su granito de arena, hay que sumar a los hinchas, quienes no hacen goles ni tampoco los cambios ni las gestiones administrativas que se ocupan, respectivamente las partes mencionadas, pero que sí brindaron apoyo incondicional y hasta supieron entender que era indispensable relegar colorido -por ejemplo, ausencia de bengalas y kilos de papel- para evitar multas y sanciones. Nadie queda afuera, ni siquiera aquellos que integran una minoría en la Comisión Directiva. Todos van hacia un mismo rumbo, el de un River multicampeón, de búsqueda ganadora, fiel al estilo histórico. Por eso, ahora, cuando un detalle puede definir un partido, generalmente sale bien. De ninguna manera es casualidad.

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