“¿Pero por qué no hacés los cambios y seguimos jugando?”. No es la idea hablar de ellos, pero hay cosas que indignan un poco y, en definitiva, somos primos, somos todos futboleros. Qué picadora de carne, el fútbol. El tipo dirigió ochenta mil partidos, ganó setenta y nueve mil novecientos noventa y ocho, o una cosa por el estilo, y así le pagan. Qué más tiene que hacer un técnico para que se le respete el puesto de trabajo: qué. Ganó el torneo local más serio que se recuerde, ganó la Copa Argentina en buena ley, sin ninguna irregularidad trascendente, ganó la Copa Nofal, que puede sonar desconocida pero para muchos valió más que un título internacional. Hablando de internacional: hizo la mejor fase de grupos de la historia de Boca en la Copa. Pero la mejor, eh. Ganó todos los partidos, incluso por goleada algunos. Y llegar a una semifinal de Sudamericana y a octavos de la Libertadores me parece una performance más que decorosa, nada mal.

Pero así son las cosas en este terrible fútbol argentino. El tiempo te va a dar la razón, Vasco: el tiempo acomoda todo en cajitas o vitrinas y dirá que Arruabarrena será el técnico que le devolvió la alegría a Boca, el que le hizo ganar un torneo local después de cuatro años tan secos que se podrían incluir en una publicidad de tampones. El tiempo dirá que si no era porque algunos hinchas caracterizados no le tuvieron fe a su equipo en la serie contra River y decidieron abandonar el barco cuarenta y cinco minutos antes, también habría ganado la Libertadores y, por qué no, el Mundial de Clubes.

Nosotros, los de River, sabemos bien de la valía del Vasco Arruabarrena. Y lo vamos a extrañar, porque nos gusta que enfrente estén los mejores, ganarles a los mejores, como sin dudas lo es él. Gran estratega para rotar incluso en un superclásico de Copa y poner a Marín y a Pavón en el Monumental, gran declarante para solidarizarse con nuestros jugadores después de pedirle a Gallardo que hiciera los cambios necesarios para seguir el partido sin los hombres quemados por un cóctel químico y para, días más tarde, celebrar como un loro a Angelici en su dignísima proclama de los-partidos-empiezan-en-la-cancha-y-se-terminan-en-la-cancha. Incluso un día llegó a decir que le había dolido más una derrota contra Aldosivi a puertas cerradas que la segunda eliminación copera contra River: “Un partido lo perdimos y el otro, no”. Conciso en su discurso, sólido, coherente, acaso su único error fue haber anunciado que si Angelici no ganaba las elecciones él no seguía, y no advertir que el Tano era la espada de Damocles pendiendo sobre su propia cabeza con rulitos: el tipo dejó todo por una mina y ella fue y lo cagó a las dos semanas.

Qué injusticia, Vasco. Gracias por todo lo que hiciste. Gracias y perdón. Perdón, porque en definitiva nos sentimos un poco responsables de todo esto que te pasó: que si ganaste todo menos un par de series coperas y ahora te echan después de perder un partidito, es porque ellos todavía no digirieron las eliminaciones contra River. No fue con mala intención.

Recuerdo que cuando Boca echó a Bianchi nos lamentamos mucho. Ahora nos pasa lo mismo con el Vasco. Ojalá cuando Guillermo se vaya de Boca algún día, también lo lamentemos. Mucha suerte desde este domingo, Mellizo.

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