Los héroes de Madrid son deidades. Seres intangibles e insuperables que no pertenecen a nuestro mundo, pero sí a nuestra memoria eterna. Extraterrestres tocados por la varita mágica. Como ese tipo tan recio de aspecto como informal y adorable por dentro que llegó en enero del 2018, en la mismísima antesala al año donde pisamos encima del cielo, porque tocarlo con las manos no alcanzaba a explicar la altura a la que llegamos aquel 9 de diciembre.
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Este hombre nos costó una fortuna incalculable de dólares. Y él no lo sabía, pero solamente iba a tardar menos de 12 meses en justificar el valor de su pase y de hacernos llegar a la conclusión que había sido el más barato de la historia en lugar del más caro. Lucas David, juro que no puedo escribir nada sobre vos sin que la piel se ponga bien gallinácea. Porque fuiste lisa y llanamente la suma de todo lo que está bien.
Una foto eterna de brazos cruzados en la cara de todos ellos, mezclado con tu pose en chancletas y musculosa preparando un asado en tu casa, entrelazado con la coronación de un gol sacando del medio en pleno bullicio que los va a llenar de vergüenza cada vez que apoyen la cabeza en la almohada o que les suene el despertador, unido con una máscara de oso blanco que se agotó en los cotillones a las 48 horas de darla a conocer y que se metió de lleno en la cabeza de millones de familias, enlazado con aquella chilena prodigiosa en el minuto 114 en Porto Alegre o ese gol de Recopa a los 91, fusionado con cada joda que hiciste con el mate entre mano o con un micrófono de por medio.
Floreciste a pleno en medio de la primavera de los mejores recuerdos de nuestras vidas. Y eso es algo que será tatuaje en cada latido del corazón. Mirá si voy a elegir recordarte por un pase no dado a Montiel en Lima o por el año entero sin meterla, sería un desagradecido y un ignorante. Disfrutá esta nueva etapa fuera de River, sabiendo que tu nombre se escuchará dentro de 50, 100 o 500 años en cualquier charla de abuela o abuelo hacia la nieta o el nieto rumbo al Monumental. Que tu sonrisa nunca deje de brillar en medio de ese océano de barba interminable y entrañable que la rodea. Gracias por estos tres años hermOSOs.