Pese a tener una supremacía enorme sobre Juan Aurich, River desperdició muchas situaciones claras de gol y sobre la hora sufrió el 1-1 definitivo. Creer o reventar, en la Libertadores sigue sin ganar y ya no depende de sí mismo para clasificarse a los octavos de final.
Cuesta entenderlo. Parece mentira. El Más Grande coquetea con la dificultad en la Copa Libertadores. Tiene una vara muy alta. Le suceden circunstancias increíbles. Desde un sorteo que seduce con ser favorable, hasta que la altura de Oruro le da una dura bienvenida, a un partido que tendría que haber terminado en goleada y casi lo pierde en el descuento. Como si se tratara de una suerte de poder esotérico, River sufre la maldición del juego de la Copa.
Para empezar el análisis hay que enfocarse plenamente en la falta de puntería, ya mencionada en otras ocasiones recientes. Es insólito que en más de 20 remates apenas uno concluya en conquista. Entre las manos mágicas, e incluso providenciales, del arquero Pedro Gallese y la impericia para resolver de forma adecuada en los últimos metros, el Millonario derrochó su fortuna futbolística. No hubo equivalencias. Fue un monólogo… en vano.
La amenaza de un posible empate comenzó a merodear en los minutos finales. Sobre todo después de que Teófilo Gutiérrez le diera un saludo a cada poste. ¡Tres remates en los palos! Y tuvo otros cinco que tampoco entraron en el rectángulo más famoso del planeta. El dominio fue absoluto. Con presión, actitud, variantes más juego ancho y profundo, River ejerció un protagonismo soberbio. Pero el fútbol, se sabe, es por goles. Y también se sabe que los que no se hacen en el arco de enfrente, se pagan en el propio.
La constancia de Carlos Sánchez, el empuje permanente de Gabriel Mercado, autor del gol, la perseverancia de Rodrigo Mora, aun con los tres mano a mano que le tapó Gallese y otros dos intentos desviados, y el trabajo completo de Ariel Rojas se quedaron sin premio. River tendría que haber ganado. Tendría que haber goleada. Tendría que estar pensando en que depende de sí mismo. Aunque sufrió un descuido en una pelota parada, proveniente del círculo central, y Marcos Delgado fusiló a Julio Chiarini, responsable de impedir prácticamente la eliminación en el descuento.
¿Qué viene ahora? Un encuentro crucial en México, frente a Tigres. De antemano, muy complicado. Pero para nada imposible, siempre y cuando el conjunto que dirige Marcelo Gallardo se decida a concretar las chances que genera. Sin embargo, independientemente de lo que ocurra en tierras aztecas, también habrá que implorar un triunfo de San José como local frente a Juan Aurich. De lo contrario, la ilusión de seguir adelante en la Libertadores penderá de un hilo en el cierre de la fase inicial.
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