El debut en el torneo local sigue dando que hablar. Para encontrar las razones detrás de la aplastante victoria, analizamos el esquema táctico del nuevo River de Gallardo. Un concepto antiguo adaptado al fútbol moderno.

Seiscientos setenta y seis. No es un número al azar, ni una línea de colectivos que une algún punto recóndito del conurbano bonaerense con Núñez. Pero es la línea que une la idea de Gallardo con lo visto en el terreno de juego el domingo ante Banfield. 676 pases intentó River, acertando 611 para una efectividad del 90% y una posesión superadora del 72%. La pelota fue del Millonario.
4-2-2-2 es otra combinación de números que el hincha está aprendiendo de memoria. Los números suelen ser un recurso para la justificación de los hechos y a través de estos tendemos a leer, en ese código especial que tiene el fútbol, la declaración de intenciones de un equipo. En esa lectura, sobran los lugares comunes que llevan a la mala interpretación.

El dibujo de Gallardo desde el inicio de la pretemporada nos resultó confuso y esa alienación nos llevó a intentar encasillar la propuesta a paraderos más familiares. Por eso imaginamos que el sistema no era otra cosa que el clásico 4-4-2, pero con los volantes por afuera bien abiertos, de extremos, encargados únicamente de romper con sus arrestos individuales las limitaciones de la línea que se arrimaba a sus pies. Las primeras pruebas en Estados Unidos solo dejaron más dudas y el reclamo de volver a la base, al rioplatense 4-3-1-2, una que sepamos todos. Pero con el correr de los minutos algo empezó a cambiar. Se vieron destellos, una acumulación de breves pasajes de fútbol directo con combinaciones a un toque que desarmaron defensas y esperanzaron al hincha. 10 minutos en Bogotá, 20 minutos en el primer tiempo de la revancha de la Recopa. Fragmentos que ante Banfield se concretaron en una realidad que borró el recuerdo de aquellos highlights efímeros.

Este nuevo River de Gallardo poco tiene que ver con un 4-4-2, o un 4-3-1-2 o un europeo 4-2-3-1. Es un esquema tan novedoso como antiguo, que siempre fue visto de reojo y tratado, en el mejor de los casos, como suicida. “¿De qué juega Nacho Fernández?” es trending topic en el fútbol argentino y es el disparador perfecto, el hilo por dónde podemos empezar a destejer el entramado del Muñeco. Nacho juega de volante de salida, espejando a Ponzio, aunque sin las mismas obligaciones defensivas. En el fútbol de Champions League se le dice box to box, de área a área, un volante mixto. En un fútbol local donde los números definen a los jugadores, los actores de Gallardo no son puestos, son funciones.

La línea de 4 del fondo y Alario son las únicas referencias obvias que River da en el terreno de juego, el resto de los jugadores se acoplan a tareas, no a sectores. El 4-2-2-2 es también conocido como el “rectángulo mágico”. Fue implementado con distintos tipos de éxito por Michel Hidalgo y Henri Michel en la selección francesa, Tele Santana, Parreira y Luxemburgo en Brasil, Pacho Maturana en Colombia y, siendo más contemporáneos, por Manuel Pellegrini en su paso por Villarreal y Málaga. El mediocampo se compone por dos volantes de salida, combinados con dos organizadores de juego profundos y libres. La idea fundamental es la triangulación para fomentar la posesión. Juntar a los de mejor pie para retener la pelota con una sucesión de pases rápidos. Para lo cual es esencial el movimiento. Viendo el partido ante Banfield esto queda expuesto. D’Alessandro se mueve de la centro-derecha al centro para buscar la pelota soltada por Ponzio o Fernández. Así Martínez opta por acercarse al medio o abrirse a la izquierda. Cuando el Pity se acerca, Casco se suelta por izquierda. Cuando se abre, Driussi baja a ocupar el lugar del 10. La tenencia se da porque siempre hay un cuadrado marcado en el mediocampo que, lejos de poblar la zona de combate por superioridad numérica, gana la posesión fructífera.

La profundidad del equipo, entonces, no pasa por los “2” que fueron catalogados de mediapuntas sino por los laterales, que van al ataque de a uno a la vez. Cuando Moreira se proyecta, Casco se queda y Martinez se abre. Cuando Casco sube, el paraguayo guarda la posición defensiva, el Pity toma el rol de organizador y D’Alessandro se mueve como wing. Es un movimiento sincronizado, en el cual Ponzio resguarda el mediocampo pero se suma como reinicio de la jugada ofreciéndose para el pase seguro atrás. En el semestre pasado, al atacar, Ponzio se insertaba cual líbero entre los centrales mientras que ambos laterales subían a atacar las bandas. Además de volverse un movimiento anticipable, así fue como River pagó de contra, exponiendo sus laterales.

Basta ver la jugada del primer gol para ver el plano de Gallardo en acción.

Batalla inicia la jugada cediendo con las manos para Mina. La línea de 4 está marcada, pero, entre Maidana y Moreira se inserta Nacho Fernández, pidiendo la pelota para convertirse en el pase seguro. Ponzio se mueve unos metros adelante de él para darle una variante más, D’Alessandro y el Pity se paran en el centro del campo, y no a las puntas. Estos 4 nombres del mediocampo están juntos en un espacio de 15 metros, listos para asociarse. Por afuera, se abren Casco por izquierda y Moreira, por derecha, más adelante ya que Nacho se acercó a su sector.

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Cuando Mina abre para Casco el dibujo es más claro aún. El mediocampo es un cuadrado, apoyado desde atrás por los laterales, y adelante por los dos delanteros. Casco pide que se le acerquen y el Pity se tira al costado izquierdo, haciendo que Driussi se mueva a la posición dejada por él. En el otro costado del campo de juego ya está Moreira y, a excepción de Alario, es el jugador de River más adelantado. En el momento que el Pity tomó la banda izquierda y Casco se quedó en su mitad, todo el equipo entendió que el lateral por el cual hay que atacar en esta jugada es el opuesto, el derecho.

Martínez recorta para adentro, Driussi rota nuevamente de posición con él yendo para afuera. D’Alessandro se acerca al hombre con la pelota y decide dejarla pasar para Fernández, que entra desde atrás y no duda en jugarla con Moreira. Como decíamos antes, el equipo sabía que la jugada debía pasar por la banda derecha y, en una gambeta y dos pases, hacía ahí fue la pelota. Cuando Moreira saca el centro, desde atrás, D’Alessandro está corriendo a ocupar el wing derecho, Alario está esperando en el centro y Driussi, quien va a conectar para gol, entra por sorpresa por la izquierda.

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Desde el saque de arco de Batalla hasta el cabezazo de Driussi fueron 8 los pases. Del centro a la derecha, de la derecha a la izquierda, nuevamente al centro y finalmente a la derecha. Los jugadores siempre ocuparon los espacios que tenían que tomar acorde a las funciones que se esperaban de ellos. El cuadrado del medio nunca se rompió y la intención de la jugada fue fabricada entre Nacho y Pity, recalando brevemente en Mina y Casco. Parece simple, pero no lo es. La sincronización de movimientos tiene que ser perfecta y tiene que ser sostenida a lo largo del partido.

Es por esto que Nacho Fernández no da referencias, lo cual hace de él un jugador más incontenible para los rivales. Lo mismo se puede decir de Martínez, D’Alessandro y Driussi. Los volantes organizadores también tienen llegada y juegan de falsos extremos, o extremos interiores, mediapuntas abiertas que recortan para el centro. El acompañante de Alario se suelta y se involucra en el juego del medio auxiliando a Martínez y a D’Alessandro, según se necesite. Los mismos movimientos se pueden ver a lo largo de todo el partido contra Banfield.

“Jugó lindo hoy River, con la pelota por el piso” la verdad que sí. Los pases más cortos, como las oraciones más breves, aseguran el mensaje. Juntando a los que más saben en tan pocos metros, con la tarea de mover tanto la pelota como sus posiciones resulta en un juego de asociación, vistoso por momentos, y efectivo. La presión alta que observamos y resultó en el gol del Pity Martínez es un ingrediente más en la receta táctica. Pero el proceso intelectual detrás del ataque de River es el que acabamos de exponer. La salida por abajo, desde los centrales a los volantes de salida (Ponzio, Nacho), que asocian juego con los organizadores centrales (Pity, D’Ale) y la retención de la pelota en la zona media, esperando la soltura de los laterales desde el fondo.

El experimento de Marcelo Gallardo está funcionando. Con la acumulación de partidos, y la asociación de los nombres en el césped, solo podemos esperar más y mejores momentos de fútbol para River.

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