La Página Millonaria estuvo con los socios de River que llenaron la confitería del club para vivir el partido todos juntos.
“¿Cómo que el club abre a las ocho? No puede ser, no nos pueden dejar sin la confitería”. Así empezó la novela el martes a las once de la noche, en medio de la vigilia de insomnes que protagonizaron todos los hinchas de River, en Buenos Aires y en el mundo entero. La frase y la preocupación fue una síntesis de lo que se vivió en varios grupos de chat y en las redes sociales. Sucede que los socios, quienes planeaban ir a la confitería a ver al Millo, tuvieron que sumar a sus nervios pre partido la incertidumbre de no tener confirmado si el club iba o no a estar abierto.
Media hora después, los treinta minutos más largos de la vida, llegó el mensaje: “Finalmente, conseguimos la autorización y a las siete pueden ingresar”. Lo que pasó es que River abre sus puertas recién a las ocho y como los empleados entran a esa hora, no había personal de seguridad disponible. Pero todo fue solucionado y la confitería, que ya para las doce de la noche parecía convertirse en calabaza, recibiría a los socios en pocas horas.
El café con leche con tres medialunas se puso la cinta de capitán en una mañana que tuvo en vilo a Núñez. Hubo banderas, gorros, camisetas para todos los gustos y una ilusión generalizada. Eso sí, también hubo mucho nerviosismo y ansiedad. El gol no llegaba y a medida que Trapito Barovero se convertía en la figura del partido, los hinchas aprovechaban los cánticos contra Boca para descargarse. Otro condimento fueron los periodistas, que estuvieron presentes cubriendo en vivo para los noticieros: era una conferencia de prensa para cada hincha que hablaba en el descanso.
Pero todavía iba a haber tiempo para más nervios en el Monumental. Porque un minuto antes de que Lucas Alario hiciera el gol del desahogo, un hincha de unos setenta años, que se había acercado al club con su radio portátil, deslizó un grito que paralizó cientos de almas. “¿Qué pasó?” Desde los mozos hasta los camarógrafos y en cada una de las mesas, nadie entendía nada. Es que el señor de la radio se dio cuenta de que la televisión iba realmente mucho más atrasada y no supo si gritar o esperar. El grito terminó por escaparse y toda la confitería explotó en un estallido de felicidad y locura, y la pelota ni siquiera había tocado la red del arco. Ya jugábamos contra el Barcelona y nada importó. Pero ojo, la radio desapareció.
Fue un festejo a puro grito y abrazo entre los socios, para los que ir a la confitería a ver estos partidos tan importantes se convirtió en una excusa. Acá se hacen nuevos amigos, se comparten anécdotas y en este caso hasta se acortaron un poco esos miles de kilómetros de distancia que los separan de Japón, ese país tan lejano en donde hoy habita un sueño compartido.
Antes de emprender la vuelta a los trabajos se acordaron de Messi y del equipo catalán: “Contra el Barça cueste lo que cueste, contra el Barça tenemos que ganar”. Es que sí. Acá ya todos esperamos que clasifique el Barcelona para poder enfrentarlos. Y acá todos seguimos con la ilusión intacta. No nos queremos despertar de este sueño.
+ Así se vivió el partido en la confitería: