Esta noche, contra Liniers, de Bahía Blanca, River jugará por primera vez en la nueva sede de la Copa Argentina, donde nunca le tocó disputar un partido oficial.

El Más Grande tiene una historia enorme tanto a nivel local como internacional. Durante los viejos nacionales de Primera División, competencias en las que varios equipos humildes del Interior compartían unos meses o al menos un puñado de partidos con los clubes tradicionales en la máxima categoría, tuvo que viajar a tierras exóticas para lo que es el fútbol argentino. Estadios que son impensados en la actualidad.

Además de Santa Fe, Córdoba, Mendoza y, obviamente, Buenos Aires, provincias habituales como destinos en la elite, el Millonario recorrió lugares que hoy tienen su plaza (San Juan, Misiones), otros que supieron tenerla (Salta, Jujuy, Tucumán, Chaco, Corrientes e incluso Entre Ríos, donde llegó a visitar de rebote a Unión) y algunos que se encuentran lejos de lograrlo como La Rioja (en 1983), Catamarca (dos veces, por Copa Argentina), Río Negro, Santiago del Estero, Chubut y San Luis, en este último caso por trofeos nacionales.

Sin embargo, Formosa es una provincia inédita para River hasta dentro de unas horas. Jamás le tocó jugar allí de manera oficial. Tampoco, como era de esperar, en Tierra del Fuego -únicamente tuvo fases eliminatorias de Copa Argentina entre conjuntos domésticos- y Santa Cruz, donde llegó a ser local la CAI en la B Nacional. Otros destinos que hoy por hoy resultan imposibles y El Más Grande desconoce son Neuquén y La Pampa.

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