Algo llamativo y no por eso menos triste nos dejó el final de la Superliga 2019/2020. La victoria de Boca trajo como corolario una cascada imparable de declaraciones desacertadas por parte de los jugadores, los protagonistas de la noche. Se sucedieron en cadena reflexiones que poco tuvieron que ver con el regocijo del triunfo y mucho con el resentimiento y la violencia.

Gestos burlones y frases desafortunadas vistieron el cierre del campeonato. Lo hecho y dicho por representantes de una institución tan importante como Boca se contrapone a la actitud de los jugadores de River durante los últimos cinco años. Este contraste parece no ser la excepción sino la regla, en tanto Boca cuenta con un archivo con decenas de frases de este calibre, dichas por sus máximos ídolos.

River y Boca. Dos caras de una moneda, la del fútbol. Y por qué no, dos versiones de la sociedad argentina, en pugna. Dos usos de la palabra que emergen como contrapunto en el plano discursivo. Es que lo ocurrido el fin de semana tiene poco que ver con las entrevistas brindadas por los ídolos riverplatenses a lo largo de la era Gallardo, quienes suelen aprovechar la oportunidad para transmitir una identidad, un ideario de institución.

Parten del axioma de que ninguna victoria es definitiva. No lo dicen, pero lo saben. Hablan de sus propios méritos, y no de los males ajenos. Se sienten parte de un todo más grande: líderes de multitudes que no se ven representadas por las instituciones que tradicionalmente lo hacían, pero que piden a gritos que los que están mejor parados den el ejemplo.

Desde Boca también transmiten una identidad. A lo largo de estos últimos años, tanto directivos como jugadores han abusado de la chicana y adolecido de la mesura. Han fomentado la violencia y confundido rival con enemigo. Han asumido que la realidad es una foto y no una película. Se muestran necios, por no haber aprendido de sus derrotas. Y atentan contra sí mismos, porque sólo de las derrotas se aprende a ganar.

Los jugadores de fútbol son líderes de opinión. Y como tales, deben asumir la responsabilidad que les toca. Deben pronunciarse sin perder de vista que sus palabras son el espejo de una cultura organizacional; una forma de ser original que marca a fuego la personalidad de una institución que cumple -por sobre todo- un rol social. Todo ello, en un país donde los episodios de violencia suceden día a día y preocupan cada vez más.

Necesitamos que de una vez por todas el fútbol como un todo se exprese a tono con las demandas actuales. Contamos con arquetipos científicos (Favaloro y su entrega desinteresada) y arquetipos sociales (el Padre Mugica y su opción por los pobres). Sin embargo, no contamos con un único arquetipo futbolístico. Y lo necesitamos.

Se dice que, en una oportunidad, una mujer fue junto con su hijo a ver a Mahatma Gandhi y le pidió que consiguiese que éste dejase de comer azúcar. Gandhi le pidió que lleve otra vez a su hijo dentro de dos semanas. Quince días más tarde, la mujer volvió yen esa oportunidad, Gandhi le dijo al niño: “Deja de comer azúcar”. La mujer, muy sorprendida, le preguntó: “¿Por qué tuve que esperar dos semanas para que usted le dijese eso?” Gandhi contestó: “Porque hace dos semanas yo comía azúcar”.

De eso se trata liderar. De dar el ejemplo.

María Victoria Álvarez
Politóloga y consultora en comunicación.