Siempre le di más importancia al fútbol de lo que mucha gente dice que hay que darle. De hecho cuando estoy deprimido, este deporte es lo que me despeja y me devuelve la sonrisa. Pero cuando la naturaleza se encarga de recordarnos lo chiquitos que somos, el fútbol pasa a la bolsa de “las cosas no importantes” y la realidad nos hace valorar los puntos fuertes de la vida. Al menos, por un rato…
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Jorge Valdano alguna vez dijo: “El fútbol es lo más importante de las cosas menos importantes”. Frase con la que concuerdo un 100%, pero admito que a veces mi lista de “cosas importantes”, se ve filtrada por el fútbol, en realidad por su sinónimo en mi vida: River. “Ay Emmanuel, no podés amargarte tanto por un partido de fútbol”, me han dicho en diversas ocasiones. ¿Un partido de fútbol? Un partido de fútbol será para vos, para mi era parte de mi alegría, de mi ser, de mi vida. Estoy incompleto con esa derrota.
Leo hoy esas palabras y me parece una locura. Incluso no me reconozco. Sé que en un par de días mi “problema” de prioridades en la vida va a volver a su cauce natural, pero hoy, justamente hoy, “el partido de fútbol” es eso, un partido de fútbol y nada más. Me levanté esta mañana con la terrible noticia de la tragedia de Chapecoense. Me golpeó feo, me inundó la depresión, como suele pasarme con estas cosas, aunque las víctimas no sean allegadas a mí.
Mis grupos de Whatsapp todos hablaban de lo mismo. Algunos mensajes descolgados, fríos como “¿Qué va a pasar con la Sudamericana ahora?”, me hicieron darme cuenta de lo poco importante que es el fútbol. ¿A quién le importa esa final?. ¿A Atlético Nacional, para exhibir un trofeo conseguido por la muerte de varios jugadores de su rival? ¿A Chapecoense, “campeón por solidaridad” debido a que gran parte del plantel falleció en el viaje? Es un recuerdo horrible, siniestro, que lamentablemente quedará por siempre. Pienso en los jugadores que se subieron a ese avión con la ilusión y la alegría de estar viajando para conseguir un pilar en sus carreras deportivas. En las familias que de la noche a la mañana se enteraron que jamás volverían a ver a sus seres queridos.
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Hay que seguir, sin duda, sino la vida no sería vida. No veo la hora de que sea jueves y poder pensar en la Copa Argentina. Y que apenas terminado ese partido, sea domingo y estemos en Avellaneda, y luego de esos 90 minutos, haya pasado una semana y llegue el Superclásico en el Monumental. Porque así soy, mis pensamientos cíclicos me terminaron vanagloriando a la frase de Valdano y necesito esconder mi tristeza en la pelota. No hay palabras para describir lo que pasó. Mucho menos para lo que deben estar sintiendo los allegados a las víctimas. No voy a maquillar con buena prosa un consuelo que no existe. Fuerza Chapecoense.
+ APOYO: La solidaridad del mundo River.
+ SUPERGA: El inevitable recuerdo de la tragedia.