Las palabras “receso” y “pretemporada” son una puñalada para nosotros, los futboleros apasionados. Las novelitas de los jugadores que se van o que pueden venir nos estresan aunque estemos de vacaciones, y lo único que deseamos es que la pelotita vuelva a rodar, aunque eso signifique que se acabaron esas vacaciones. Pero también estos parates malignos nos sirven para imaginar, proyectar y analizar en frío todo lo que se viene.
Indudablemente la continuidad del Muñeco fue el mejor de los sedantes para liberar presiones, y los desafíos futbolísticos parecen muy claros. Como no podía ser de otra manera con Gallardo a la cabeza, la competencia oficial empieza con una final de copa, frente a Lanús. Sabemos cómo se mentaliza este plantel a la hora de los partidos decisivos, y conocemos lo importante que es para la confianza del equipo arrancar con el pie derecho levantando otro trofeo. Fue lo que ocurrió con la Recopa del semestre pasado, o con la conseguida a principios del 2015.
Obviamente que la gran prioridad/obsesión es la Libertadores, donde habrá viajes agotadores y difíciles, y ante rivales que hay que respetar mucho, más allá que en los papeles previos no son de lo más complejo que nos podía tocar dentro del continente. Al torneo local no se debe descuidarlo, pero no será fácil pelear arriba sabiendo que las últimas fechas se cruzan con la definición del grupo copero. Y a la Copa Argentina hay que tratar de defenderla con uñas y dientes, por si necesitamos otra vez el salvavidas de alguna clasificación.
Pero no podemos dejar de lado que este 2017 trae en sus espaldas las elecciones a fin de año, un evento que jugará un papel muy importante. Haciendo un poco de memoria y poniendo sobre la mesa solamente los ejemplos recientes, recordaremos que los años 2001-2005-2009-2013 no fueron fáciles de transitar. Es cierto que venimos de Aguilar y Passarella, quienes fueron los peores Presidentes de nuestra historia, pero más allá de eso resulta imposible negar que en un club de la magnitud de River cada proceso político acaparó toda la atmósfera del Monumental. Y eso de algún modo influyó casi siempre para mal dentro del verde césped. Ojalá que el efecto Gallardo pueda ser el mejor remedio para que todas esas semanas de vorágine en los alrededores repercutan lo menos posible en la cancha.
De todas maneras, hay razones y actitudes que provocan que podamos seguir soñando en grande. Porque veo que Maidana en un programa dice que está con muchas ganas de seguir ganando cosas, y que lo motivan los nuevos desafíos con nuestra camiseta. Escucho a Alario y a Driussi asegurar con la mejor de sus sonrisas que no tienen ningún apuro para dar el salto a Europa. O me encuentro a Ponzio llamando a una conferencia para anunciar que está deseoso por renovar y luego retirarse en el club. O que hasta Mayada, alguien que no juega tantos minutos, defiende su lugar en el plantel afirmando que “la única manera de irse de River es que lo echen”. Y entonces me lleno de orgullo. Porque hay sentido de pertenencia. Porque valoran el hecho de estar en el mejor lugar del mundo. Porque la llama de la gloria sigue encendida en cada uno de ellos.
Obviamente que hacen falta un par de refuerzos de jerarquía para terminar de completar el combo de la ilusión, pero empezamos el año respirando mucho oxígeno del puro, y eso reconforta y tranquiliza. Está claro que en nuestro plantel no hay ídolos que nos dicen que “la plata no hace la felicidad”, mientras se toman el primer vuelo a China. Ni existen aquellos que nos prometen goles en una final de copa, mientras después terminan tocando en una banda de rock.
Ojalá que el 2017 sea un año teñido de rojo y blanco, que lleguemos a fines de diciembre con una hermosa sonrisa, y que culmine la historia con otro placentero viaje en avión rumbo a Asia.
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