Hay que remontarse a la primera semana de octubre para encontrar goles de delanteros de River, y esa también es toda una señal de este presente futbolístico oscuro que vive el equipo de Marcelo Gallardo. Aquellos últimos gritos fueron de Salas para ganarle a Racing, y tres días más tarde de Borja para abrir una cuenta en Rosario que iba a terminar en derrota.
Pero la sequía alarmante de un River que no movió las redes en los últimos cuatro partidos no se explica solamente desde el flojo funcionamiento colectivo, sino también de una clara merma individual en lo que respecta al nivel y la confianza de cada uno de los principales atacantes, de los cuales se espera muchísimo más en todos los aspectos que encierran a su juego.
Primeramente porque Salas entró en declive total cuando a comienzos de semestre era de los pocos que tomaba las mejores decisiones y le aportaba cierto contagio al sistema colectivo en ofensiva. Con el agravante que tampoco se sabe mucho de qué termina jugando, porque un partido va encima de los centrales y al otro cumple los mismos roles que en Racing jugando a los espacios, que es donde claramente se siente más cómodo pese a que está impreciso en la definición.
También porque Driussi hoy por hoy es más una incógnita que una certeza, ya que físicamente se lo ve limitado y a medida que pasan los minutos va perdiendo energías para aportar sus cuotas de calidad. Y algo parecido pasa con Colidio, que no termina de agarrar nunca la confianza a la que se cree que él puede llegar por sus condiciones, donde siempre por alguna lesión o una baja abrupta en su confianza le terminan faltando cinco para el peso.
De Borja está todo dicho desde el momento que Gallardo lo colgó en el último partido, poniéndole en la frente el cartel de ciclo cumplido en el club que resultó bastante previsible por su flojísimo 2025. Es decir, estamos en presencia de un presente desolador de las cuatro cartas principales de ataque por las que se apostó para esta segunda parte del año.
¿No es momento para darle rienda suelta al piberío?
En medio de esta crisis futbolística y goleadora mega evidente, los únicos que cuanto menos pueden aportar una energía distinta para cambiar la ecuación son los jóvenes. Más allá que se lo nota con altibajos, Subiabre todavía no tuvo varias oportunidades consecutivas para saber de qué está hecho, y puede ser una alternativa viable pensando en los playoffs, por lo menos para aportar una gambeta que es un factor que hoy para este equipo cotiza en dólares.
Ni hablar de Freitas, que en un partido pesado y caliente como el de Liniers entró con un entusiasmo notable donde pareció que aterrizó desde otro planeta en comparación con las ganas del resto, no solo para pelearla sino para intentar jugar. Y si la apuesta va a ser por un centrodelantero más definido, Dadín demostró que puede estar a la altura y Ruberto viene pidiendo pista post lesión con goles en Reserva al igual que Freitas.
Ante toda duda, la mejor receta siempre va a ser darle rienda suelta a alguno de los pibes, porque además el hincha se predispone y se entusiasma de otra manera cuando eso pasa, teniendo en cuenta que venimos masticando mierda hace muchas semanas y estamos deseosos de ver otra cosa dentro de la cancha. Y quien te dice si uno de ellos termina disfrazándose de héroe no solo para romper la racha adversa de goles, sino para despertar a un equipo que sigue en el más profundo de los letargos.
