El presente futbolístico de River transita por una rueda negativa que parece no tener límite, donde Marcelo Gallardo siendo el máximo responsable de la situación continúa sin una brújuja eficiente para destrabar el caos, y donde también el grueso de los futbolistas han entrado en un círculo vicioso de una falta de confianza alarmante que se mezcla con una baja de rendimiento que no condice con sus condiciones naturales.

Desde la serie contra Palmeiras en adelante el efecto caída libre se sostiene cual bola de nieve, y la situación deportiva es tan trágica y alarmante que ni siquiera se pueden contar con los dedos de una mano los jugadores que han mantenido una cierta regularidad para ganarse con honores un lugar en el equipo titular, en una cuestión que va mucho más allá de los errores manifiestos del Muñeco.

Y gran parte de esta situación alarmante de los futbolistas se vio reflejada a la perfección en la pálida tarde frente a Vélez, donde River tuvo diez minutos de buenos chispazos y después esa poca llamarada empezó a apagarse de manera sostenida hasta llegar a la oscuridad a la que nos viene teniendo acostumbrado el equipo.

Porque desde la formación inicial considero que esta vez Gallardo plantó un equipo bastante lógico teniendo en cuenta lo que tenía disponible y la gran cantidad de ausencias. Pero el hecho que los únicos dos medianamente aprobados junto con Lautaro Rivero hayan sido grandes experimentados como Enzo Pérez que no jugaba hace 50 días y Milton Casco que está a nada de terminar su ciclo habla mucho de lo que hoy el grueso de los futbolistas aportan a la causa.

Se espera mucho más de los delanteros, con un Maxi Salas que viene en picada las últimas semanas y con un Seba Driussi al que le cuesta muchísimo hacer pie a medida que avanza el partido, como si la condición física lo afectara mucho. Se espera mucho más de Juanfer Quintero más allá de sus buenas pinceladas y pases esporádicos que evidencian su enorme calidad, porque a los mejores siempre debemos exigirles más.

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Se espera mucho más de Galoppo en cuanto a la participación y la toma de decisiones, por más que siga siendo de los pocos que pueden generar algo de peligro serio merodeando el área rival. Se espera que Colidio, Castaño y Galarza se saquen un poco la modorra cada vez que les toca jugar. Se espera que Portillo no sea solo un jugador aplicado en la marca, más allá que es de los pocos que tiene el crédito abierto. Se espera más de Montiel sabiendo la clase de jugador que es, y también se espera que Bustos en algún momento se reciba de un recambio confiable desde lo físico y lo futbolístico.

De los casos de los ausentes Paulo Díaz y Borja, Gallardo habló por sí solo con la decisión que tomó con ambos. Quizás los máximos exponentes de este concepto de “pelearse” con sus propios fantasmas para no tener merecidamente ni un lugar en el banco de suplentes y ya catapultarlos justamente al paredón de los que cumplieron un ciclo en el club y no tienen más nada que aportar.

Los pibes deben ser la gran apuesta de cara a los playoffs

Es cierto que se pidió mucho por la presencia de Lencina y ayer tuvo un mal partido, y que por ejemplo Subiabre tampoco entró en sintonía en Liniers, pero es injusto meterlos a ellos en la misma bolsa cuando el contexto del equipo es terrorífico y cuando además no tienen la confianza de las oportunidades contínuas para demostrar lo que pueden dar.

Y sí es para rescatar en demasía los buenos ingresos de Acosta y Freitas, quienes pese a su inexperiencia y al contexto adverso entraron con el caudal de energía positivo que no contagió al resto del equipo, y que pese a sus juventudes marcaron el camino a seguir y demostraron hambre y ganas de cambiar las cosas. Y de un Obregón que jugó con entereza sabiendo además que estuvo muy condicionado con esa amarilla injusta y tempranera que le sacaron.

Ojalá Gallardo de una vez por todas empiece a confiar más en la sangre joven pensando en los playoffs y en el cierre del año. Porque nada puede ser peor que lo que venimos viendo, y principalmente porque no habrá reproches si falla la fórmula con los más jovenes porque habrá sido el intento con más sentido común que pide la situación. El hartazgo de la gente con este plantel ya alcanzó los límites insospechados, sobre todo cuando partido a partido la mayoría se pelea con sus propias miserias futbolísticas para no merecer ninguna chance de jugar. Por eso es momento de confiar en los únicos que por lo menos demuestran ganas de vestir la camiseta más hermosa y pesada que existe.